La reciprocidad del amor:
Walter Riso - "Amar o depender"
La idea de un amor universal,
indiscriminado e impersonal, que trasciende fronteras y se apodera de las
parejas, me parece una mala importación oriental. Una traslación demasiado
mecánica y ajena a lo que verdaderamente somos: humanos alborotados, coléricos
hasta la médula, intensos y febriles. Krishnamurti decía que es más fácil
querer a Dios que a un ser humano. Parecería que así es: con Dios vivimos pero
no convivimos. La persona que queremos tiene nombre y apellido, seguro social y
cédula de ciudadanía; además come, duerme, protesta, habla, demanda, abraza,
llora, en fin, no es cuerpo glorioso: está viva.
… Los vínculos afectivos que establecemos con otros humanos
siempre son personalizados. No queremos a los “juanes” desconocidos del
universo conocido, sino a ese Juan o esa Juana en especial. No hay dos “juanes”
o dos “juanas” iguales.
… Los lazos afectivos siempre pueden mejorarse y
perfeccionarse, pero partiendo de lo que realmente somos, del amor habitual, contaminado
y terrenal que se vive en el día a día. ... Las buenas parejas no vienen determinadas de
fábrica. Hay que pulularlas en el trajín diario de esta vida, a fuerza de
sudor, esfuerzo y muchas veces, de lágrimas.
… Mientras el amor universal no requiere de nada a cambio, el amor interpersonal necesita de
correspondencia. Para que una relación afectiva sea gratificante, debe
haber reciprocidad, es decir, intercambio equilibrado. El amor recíproco es aquel donde el bienestar no es privilegio de una
de las partes, sino de ambas.
… Es imposible
convivir sanamente sin un equilibrio entre el “dar” y el “recibir”. Si una
de las partes es mal dador, pero le gusta recibir afecto, es probable que
estemos ante un avaro afectivo o un narcisista en potencia. Por el contrario,
cuando la persona es una dadora de tiempo completo y no cree merecer afecto, la
sumisión está presente. Para que la relación amorosa funcione, no debe haber
desequilibrios muy marcados.
… Si somos sinceros, en el cuerpo a cuerpo, en la intimidad
afectiva, bajo las sábanas, en las peleas, en los logros personales y en cada
espacio de convivencia compartida siempre esperamos alguna equivalencia
afectiva. No digo que haya que ser milimétrico y llevar contabilidades momento
a momento. Lo que sostengo es que la desigualdad del intercambio acaba por
destruir cualquier vínculo.
…Cuando se trata de aspectos esenciales, recibir se
convierte en una cuestión de derechos y no en un culto al ego. Hay cosas
primordiales a las cuales no podemos renunciar porque son imprescindibles para
la supervivencia psicológica; y aunque no las hagamos explícitas, damos por
sentado que deben existir para que la relación afectiva siga su curso. Si soy
fiel, espero fidelidad; si soy honesto, espero honestidad; si soy cariñoso,
espero ternura. De no ser así, no me interesa.
cuando se ama el verdadero placer está en dar..y cuando eso es correspondido es una de las experiencias más hermosas que se puede vivir .. bss
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