Si le tengo miedo a las arañas,
la mejor manera de vencer la fobia es permanecer el tiempo suficiente con ellas
para que mi organismo se habitúe a la adrenalina: a este proceso lo llamamos extinción. Algo similar puede aplicarse
ante la muerte de un ser querido. La mejor fórmula es lograr la aceptación
total y radical de la pérdida mediante exposición. Es decir, promover el
contacto con todo lo que recuerde al fallecido hasta agotar el dolor: a este
proceso lo llamamos elaboración del
duelo.
Pero cuando se trata de apegos, la cosa es distinta. Las adicciones no se vencen por exposición.
Aquí la mejor opción es el autocontrol y la resistencia activa. Recordemos que
en la adicción no hay empalago; por el contrario, cuanto más droga recibe el
adicto, más dependencia crea. A veces parecería no haber límite.
Muchas personas apegadas y hartas
con su problema, deciden equivocadamente terminar con la enfermedad metiéndose
en la boca del lobo. La creencia que los anima es: “Si lo enfrento, mejor… Más
rápido acabo con esto”. Pero el resultado de esta estrategia suele ser el
agravamiento de los síntomas: más amor, más locura y más obsesión.
No podemos procesar la pérdida si
el enfermo está en cuidados intensivos. Nadie entierra a un familiar vivo antes
de tiempo, así esté en estado de coma. Cuando la persona apegada pierde toda
esperanza de reconciliación afectiva o de mejoría, y acepta que ya no hay nada
que hacer, apenas comienza a procesar realmente la ausencia. Entonces
sí, la exposición puede dar resultado. Pero
antes, cuando la dependencia está viva y en pleno auge, cualquier aproximación
a la persona que se quiere olvidar es activar inútilmente el dolor,
sensibilizar el amor y fortalecer el apego.
Si se desea acabar realmente con una relación
enfermiza y no recaer en el intento, la extirpación debe ser radical.
No se pueden dejar metástasis. La ruptura debe ser total y definitiva. Veamos
algunas estrategias:
a. Análisis
parcializado conveniente…lo malo no hay que olvidarlo. Y a veces también
hay que resaltarlo. Cuando se trata de relaciones muy enfermizas, la mejor
estrategia es concentrarse en lo malo y hacer un análisis algo parcializado del
vínculo. … Mantener los aspectos negativos presentes, activos y disponibles, no
significa vivir amargad@ y resentid@. Por el contrario, recordar lo malo de
manera constructiva es decirse una y otra vez: “Gracias a Dios, logré
separarme” y “Gracias a Dios, no he vuelto a recaer”.
b. Hablar con
personas que están de nuestra parte.
Lo peor que le puede pasar a una persona que se está
separando es tener amigos “objetivos”. No falta quien quiera parecer
equilibrado y ecuánime: “¿Se separaron?... ¡Qué pesar!... Era un hombre con
muchas cosas buenas…” o “Tu ex mujer era una persona excepcional… ¡Qué
lástima!”. La mayoría de la gente opina sin tener idea.
…Es mejor rodearse de personas incondicionales que nos
animen y apoyen en la decisión. …En estos casos, los mejores amigos son los que
nos dicen lo que necesitamos oír para no volver atrás.
c. Control de
estímulo o las buenas evitaciones.
Hay que cortar las fuentes
inconvenientes de información y no someterse a los estímulos que disparan la
urgencia afectiva. Durante un tiempo es mejor no llamar ni hablar con la
persona que se quiere dejar; no verla, evitar lugares nostálgicos o gente que
nos la recuerde.
También se deben bloquear, en lo
posible, todos aquellos estímulos sensoriales que activen esquemas pasados.
Perfumes, fotos, música, texturas o sabores que generen evocación, deben ser
totalmente eliminados. Dos o tres meses sin saber de la persona amada pueden
ser un buen comienzo. Pero apenas eso. La vigilancia y la atención despierta no
deben desfallecer, a veces durante años. Si ocurrieran encuentros cercanos del
tercer o segundo tipo, es probable que el adicto recaiga y comience una nueva
etapa de descontrol total.
Aunque el autocontrol y la
autorregulación del comportamiento no es la solución al problema, ayuda a que
se establezcan las condiciones para comenzar un trabajo más profundo, donde se
pueda fortalecer el déficit que se esconde detrás de cada apego. La
autodisciplina es lo opuesto de la inmadurez; fortalecerla es madurar
emocionalmente y aprender a manejar los impulsos que el apego desencadena. No
puede haber adicción si hay autocontrol.
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